lunes, 21 de mayo de 2012

CHAT-EAU




Vivía la gata en una torre de quince pisos y todas las noches se apostaba bajo las estrellas, en el mirador más alto. Era libre de fisgonear por todos los pasillos y estancias, pero tan sólo bajaba de vez en cuando, en busca de una lagartija o algún roedor.

La torre, salvo por la felina presencia, estaba deshabitada. Muchos años atrás la había ordenado construir un noble extranjero que pretendía conquistar esas tierras. Pensó que el edificio le serviría de bastión, atalaya y morada al mismo tiempo. Pero el noble murió antes de disfrutar de su obra. Desde entonces nadie había entrado allí, pues las supersticiones y recelos habían hecho mella en las pusilánimes almas de los lugareños. Las tierras de alrededor estaban sin cultivar, y las zarzas y lentiscos eran testigos de su abandono.

Todos sabían de la existencia de la gatita y cada vez que la oían maullar a lo lejos, un aire frío les recorría la espalda. Pensaban que el espíritu del noble había poseído al animal. Se contaban historias sobre niños secuestrados por las noches, extrañas muertes y hechizos siniestros que atribuían a la misteriosa gata.

Una noche los aldeanos la oyeron proferir unos horribles alaridos como si alguien, o algo, la estuviese atacando o se hubiese ensañado con ella. Las noches que siguieron fueron especialmente silenciosas, pero nadie se atrevió a averiguar si el animal había sido malherido o si había abandonado la torre.

Muchos dicen que aquello fue el preludio de la tragedia: cuando el ejército de un reino enemigo arrasó la comarca con una crueldad inhumana, tan sólo sobrevivieron aquellos que se refugiaron en la vieja torre. Desde entonces, la fortaleza sigue habitada por gentes humildes, alegres y trabajadoras mientras que, en las quemadas aldeas en ruinas, ya sólo habitan los gatos.



3 comentarios:

  1. Resuena a Ende en "El Espejo en el Espejo". Habrá que seguir viendo hacia dónde evoluciona.

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  2. Recomendable lectura la que citas. Ya hubiese querido Hor tener una gata que le hiciese compañía.

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  3. Llevo unos días intentado que se me ocurra algún mensaje no demasiado cat-astrófico pero sólo se me ocurre decirle que con este relato no ha tenido usted ningún gatillazo. Considérese saludada.

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